Revista Letras y escenas (2009)
—Tus protagonistas siempre son mujeres fuertes e independientes; y no te rindes ante amores tópicos, simplones y baratos. ¿Por qué? ¿Qué mensaje quieres transmitir con esto?
—Tengo la convicción de que nada es lo que parece y que quizás por eso mis personajes se alejan del tópico y me sorprenden hasta a mi.
El amor es ciego y eso da mucho juego. El estado de enamoramiento se ha comparado con la neurosis. Diciéndolo de otra forma, los enamorados son unos neuróticos. Como para que las historias de amor sean simplonas y predecibles.
Y las mujeres, ya lo sabes, no somos para nada el sexo débil. Tal como dijo Marco Ferreri, el futuro es mujer. Que se vayan preparando.
—¿Dónde encuentras la inspiración para crear diálogos tan divertidos y rompedores?
—En los libros no, por descontado. Es en la calle y en la boca de los que hablan de donde salen los mejores diálogos. Yo intento imitarlos, pero a veces me quedo corta. Son mucho mejor en directo.
—Mezclas mundos de fantasía con la pura realidad de a pie. Yo albergo la esperanza de que, en el fondo, el mundo sea eso, una dualidad perfectamente conectada. ¿Y tú?
—Los niños lo tienen clarísimo y les da lo mismo lo que digan los adultos, pero a partir de los siete u ocho años la sociedad se encarga de comerles el tarro y de insistir en eso de poner los pies en el suelo. Los adolecentes aun se resisten y por ello se escapan a través de la literatura y el cine. Por fortuna, algunos adultos siempre seremos niños y conservaremos nuestra capacidad de soñar, imaginar y fantasear. Creo que cada vez somos más.
—De Magia de una noche de verano y La Guerra de las Brujas: ¿qué personajes son los que más recuerdas y los que más quebraderos de cabeza te han dado?
—Recuerdo especialmente a Selene, Claudia y Cristine de la Guerra de las Brujas.
Y a C.C., Marina y Antaviana de Magia de una noche de verano.
Antaviana y Claudia son el contrapunto de las protagonistas. Mucho más pasadas de rosca, mucho más locas, impredecibles y políticamente incorrectas. Una gozada.
Anaíd me dio muchos quebraderos de cabeza porque sufría muchos cambios a lo largo de la historia. De tímida y apocada iba transformándose en una chica que pisaba fuerte, pero que conservaba muchas de sus inseguridades hasta que esas mismas debilidades eran su perdición y la hacían transformarse en un ser malvado. ¿Cómo encontrar elementos para redimirla? Eso es muy, muy difícil. Sudé tinta.
Cristine Olav, por el contrario, es un personaje que estaba dibujado de una forma más lineal y se rebeló contra mi decisión. Se complicó hasta tal punto que acabé rindidiéndome y enamorándome de ella.
Selene, Marina y C.C. fueron personajes dóciles, fáciles y manejables. Buenos protas.
—Al hilo de la pregunta anterior, desembucha, Maite: ¿eres tan atrevida como Selene, tan indescifrable como Anaíd, tan traviesa como Marina y tan entrañable como el bueno de C.C.?
—Cincuenta años dan para mucho y las personas somos bastante influenciables. De niña pasé una época de timidez exasperante. Luego tuve mi época gamberra, mi época heróica, mi época aventurera y hasta megasociable. Necesito tambien, períodos de autismo aislacionista. En general creo que sí, que todos ( o yo) tenemos alma friki y que escondemos muchas caras.
—Creo que la mayoría de lectoras que hayan devorado Magia de una noche de verano se habrán enamorado un poquito de Cicerón… Vale, de C.C. ^3^. ¿Diste muchas vueltas hasta imaginarle como es ahora?
—C.C. fue un personaje fácil. Un perdedor. Un chico traumatizado por su nombre y por unos padres progres insufribles. Un friki informático convencido de que el mundo real es una porquería y de que las chicas pasan de él. A partir de ahí C.C. camina solo.
—Para llegar al equilibrio y perfección de ambas novelas, imagino que habrás eliminado y transformado unas cuantas escenas. ¿Alguna vez has tenido que eliminar algún personaje al que hubieras tomado cariño?
—He suprimido fragmentos, sí, pero diría que en mis correcciones he añadido más fragmentos de los que he borrado. Y si tomo cariño a un personaje no puedo matarlo. Soy así de sentimental.
—¿Qué escritores del mundo mundial han influido en tu manera de escribir y de organizar tu imaginario?
—Soy un poco clásica ( por la edad) y bastante ecléctica ( por mi gusto por el caos). De niña amaba el humor de Richmal Crompton ( Las aventuras de Guillermo Brown) y la audacia fantástica de Edgar Rice Borrow ( La saga de Tarzán). Humor y fantasía anglosajona fueron mi biberón. Luego me lancé de cabeza ( muy tempranamente) al realismo francés y ruso. Balzac, Stendhal, Sholojov, Tolstoi y Dostoieski, sobretodo. En mi adolescencia me alimenté de realismo mágico latinoamericano que entonces era una novedad fascinante. Cortázar, Borges, García Márquez y me quedé con la novelística de Vargas Llosa. Descubrí la ciencia ficción y la fantasía a los 20 años de la mano de dos maestros Assimov y Tolkien. Y me convertí en forofa de Torrente Ballester ( La saga fuga de J. B.). Desde entonces he leído miles y miles de libros y nunca me canso de descubrir nuevos autores.
—Pregunta de una curiosa nata, servidora, que a veces debería atarse la lengua: ¿dónde escribes y qué clase de disciplina te impones?
—Escribo en mi estudio ( buhardilla de techos muy, muy altos) de mi casa en Sant Feliu de Llobregat y trabajo en horario escolar (9/17) por aquello de las compatibilidades con la maternidad. Soy bastante estricta conmigo misma y procuro no distraerme en mis horarios. Lo único que me permito es ir a nadar diariamente para no acabar en una silla de ruedas o en manos de un masajista sin escrúpulos.
—¿Algún olor, color, sabor, sonido o lugar que te inspire, relaje o emocione al idear y escribir?
—El silencio, mi teclado y mi pantalla. Me resulta difícil trabajar con la misma comodidad y soltura en otros lugares que no sean mi estudio. Y si hay ruido salgo por piernas.
—Antes de despedirnos: lo admito, ¡quiero más! De tus personajes, de tu prosa, de tus historias… Pero Magia de una noche de verano es una historia cerrada. Por eso, ¿estás ya inmersa en alguna nueva obra romántica-fantástica juvenil?
—Acabo de finalizar una nueva novela. Pero siento reconocer que no es ni fantástica ni romántica. Juvenil no lo sé. La protagonista es joven, pero la he escrito sin concesiones. Es un thriller psicológico. Una novela dura, realista y comprometida. Me ha salido así y estoy muy satisfecha. Debe ser mi etapa realista que llama a la puerta. ¡Viva Dostoieski!
(Revista Letras y escenas, 2009)