Revista El Mundo Cultural (2011)
—¿Cómo definirías la apuesta creativa de tus Palabras envenenadas y lo que ha supuesto que le concedieran el Premio Nacional?
—Ha sido una apuesta atrevida por mi parte que corría el riesgo de no ser bien recibida. Tratar un tema duro y relacionado con el sexo dirigido a jóvenes podría haber topado con una negativa editorial o con un rechazo frontal por parte de las institucions educativas y las familias. Y sin embargo, ha sido todo lo contrario. Consciente de las dificultades expliqué una historia emotiva desde un punto de vista psicológico y elegí darle un tratamiento policíaco. Las dificultades azuzan el ingenio. Con ello he abierto una puerta para que los jóvenes hablen de sus relaciones sentimentales, de los maltratos y de los abusos.
El Premio Nacional ha sido el colofón de la buena acogida que ha tenido la novela a lo largo de casi dos años. Antes ganó el Premio EDEBÉ, la mención White Raven de la feria de Bolonia, el Premio El templo de las Mil Puertas, el Premio Crítica Serra d’Or y finalmente el Premio Nacional. Ha sido una temeridad, pero ahí está el resultado. Mejor imposible.
—¿Cuáles son tus referentes en el género fantástico? ¿Y a qué autores actuales lees con interés?
—Mis referentes son los clásicos que leí de joven, de muy joven, cuando la fantasía aún no estaba de moda. Devoré Tolkien, Assimov, Frank Herbert, Úrsula K. Leguin, Ray Bradbury, Scott Gordon, Artur C. Clarke y muchos otros que me abrieron los ojos a las posibilidades del género fantástico. Actualmente sigo a autores contemporaneos muy interesantes como Philip Pullman o J.Martin que me confirman que el género – adictivo por lo que a sagas respecta- atrapa a lectores de todas las edades. La fantasía permite explicar nuestro mundo y hablar acerca de nosotros mismos en otras claves. Ahí reside la magia de las historias fantásticas.
—Como autora destacada de infantil y juvenil ¿cuáles cree que son los principales virtudes que puede aportar el género en el momento actual de crisis y desconcierto?
—Más que un género en él mismo, la literatura juvenil es toda literatura que se dirige a un público menor de dieciocho años. Eso incluye fantasía, realismo, costumbrismo, humor, policíaco... las posibilidades de hablar a los jóvenes acerca de ellos mismos, sus conflictos, el mundo en el que viven y el que desearían son infinitas. Y se puede hacer de infinitas maneras y arrancar una carcajada, una lágrima, un pensamiento, una duda. Hay millones de historias esperando ser escritas y todas ellas aportarán algo a la reflexión de los jóvenes porque detrás de una risa alocada hay una sátira, detrás de una lágrima hay un drama real, detrás de un pensamiento hay una información nueva, detrás de una duda hay un resquicio sobre verdades incuestionables. Los libros, en tiempos de crisis, pueden convertirse en amigos fieles que no nos traicionarán.
—¿Cómo ves la reconversión digital hacia el ebook que últimamente se está acelerando? ¿Cómo crees que te afectará como escritor?
—Esta transformación afectará básicamente al sector editorial y comercial que vende en papel y que tiene una estructura empresarial en función de ese soporte. Los costes son altos y eso hace que el autor cobre un porcentaje muy bajo del precio de venta del libro. Este modelo cambia completamente cuando el soporte es digital y el coste es muy bajo. El precio del producto baja, pero el porcentaje del autor sube puesto que ya no hay papel y a veces ni tan solo distribución ni venta. No tengo ni idea de lo que va a suceder en el futuro inmediato en España. No sé si el formato papel va a ser substuïdo por el soporte digital en una década o una centuria. Sea como sea el peligro para el creador es siempre la piratería, cuando se hace un uso fraudulento de la obra sin pagar por ello. Ha habido una educación errónea al respecto que ha confundido los derechos con los deberes. Las películas, la música, la literatura pueden ser difundidas a través de la red o de soportes alternativos y tener un coste más bajo, pero la gratuïdad absoluta como pretenden algunos —inspirados en no se sabe qué derechos internáuticos puesto que ni los videojuegos ni Internet son de libre acceso— aboca al creador a cambiar de oficio. Nadie puede vivir del aire.
—¿Se corre el riesgo de que la cada vez más extendida fantasía (vampiros, magos, edad media, etc.) acabe devorando otra literatura digamos, más costumbrista? ¿La crees compatible con la apuesta por la imaginación y la calidad?
—En toda moda existe un momento de saturación máximo. Ahora ocurre con la fantasía juvenil e infantil. Se trata de saber diferenciar la buena literatura de los plagios en serie, de las malas copias, de las fórmulas vacías, de las imitaciones baratas. El tiempo dirá y los lectores responderán con buen criterio. Últimamente, tal vez debido a un cierto cansancio, algunos escritores hemos apostado por el realismo social y hemos tenido una buena acogida. Eso demuestra que los jóvenes están abiertos a nuevas ideas a pesar de las modas imperantes.