Revista EnCubierta (2014)
—¿Cómo y por qué comenzó a escribir novelas para adolescentes? ¿Por qué su actividad literaria se ha centrado principalmente en este público?
—Comencé en el año 86 escribiendo para lectores de once y doce años. Una edad a caballo entre la infancia y la adolescencia. Los adolescentes llegaron un poco más tarde, en el 92, cuando triunfó mi adolescente estrella: Cándida. Cándida era una bomba de relojería deseosa de subirse a la moto de los quince años y lanzarse a la carretera. Me enamoró el personaje y la edad. Esa época explosiva, conflictiva y maravillosa en la cual se descubre el mundo y nos descubrimos a nosotros mismos.
—¿Qué es lo que más le gusta de escribir narrativa para jóvenes?
—Recordar mi propia adolescencia, maravillosa y terrible, y darme cuenta de que los conflictos eternos, esos que nos definen como seres imperfectos que somos, y las preguntas de rigor: “quién soy, de dónde vengo y a dónde voy” continúan inmutables.
—¿Cómo son los jóvenes lectores? ¿Qué cambios ha notado en ellos desde que empezó su actividad como escritora en los 80? ¿Cómo ha evolucionado la literatura juvenil y el modo de consumir literatura?
—Desde mi propia adolescencia en los años setenta y las posteriores generaciones detecto una progresiva despolitización, pero eso no significa conformismo. Muchos jóvenes expresan su disconformidad desde paradigmas estéticos, artísticos o musicales.
Por otra parte en estas cuatro décadas, la literatura juvenil ha ampliado muchísimo sus tentáculos. Desde la aventura clásica y el realismo se han incorporado todo tipo de géneros, sobretodo el fantasy y la ciencia ficción. La prescripción y el consumo también es diferente. Ahora se lee a través de la prescripción escolar y la prescripción de foros en la red. Antes primaban las bibliotecas familiares y los amigos.
—Parece que existe una idea generalizada de que los adolescentes no leen, que sólo se dedican al móvil, tableta u ordenador. Quizá sea una idea muy simple y muy reducida. Pero, ¿por qué se tiende a pensar que los jóvenes no leen libros?
—Ciertamente, no es el hobby predominante. Los deportes, la música o la red son los que absorben el mayor número de horas de ocio de los jóvenes y adolescentes. Pero hace cincuenta años la lectura también era una afición minoritaria. Tan minoritaria o más que ahora. Ese es el error cuando se hacen comparaciones. Creer que antes – una época pretérita sin determinar- se leía mucho. Eso no ha sucedido nunca. Y considerando el conjunto de jóvenes como un colectivo en su totalidad se lee más ahora que hace cincuenta años.
—¿Qué se puede hacer para que los jóvenes lean? Y por extensión ¿para que los adultos también lo hagan?
—Los jóvenes consumen más narrativa que nunca, pero el formato principal tal vez no sea el libro sino la pantalla, y el vehículo preferido no sea la palabra sino la imagen. El cine, las series de TV y los videojuegos son fórmulas narrativas que ayudan a la lectura. Como la poesía oral, como la canción, como el teatro. ¿Lo tenemos en cuenta? Por qué en lugar de demonizar las pantallas no las aprovechamos?
—¿Qué opina del libro digital, de la unión de tecnología y literatura? ¿Este formato puede ser un aliciente para el fomento de la lectura?
—¿Puede ayudar a leer? ¿A difundir mejor los libros? ¿A convertirlos en algo más cercano? Si e así , estupendo. Bienvenido sea el libro digital. Siempre y cuando no sirva para difundir la idea perversa de que tiene que ser gratis y que la cultura no cuesta dinero.
—¿Qué es lo más difícil, y lo más fácil, de escribir obras para jóvenes? ¿Cómo conecta con ellos?
—Para una autora como yo que sobrepasa los cincuenta años lo más difícil es intentar no quedarme atrás en dibujar la fisonomía cambiante de los adolescentes. Tratar de no retratar adolescentes o jóvenes obsoletos en su lenguaje, en sus valores, en sus construcciones mentales y simbólicas. Eso requiere un esfuerzo constante de actualización.
Lo más fácil es y continúa siendo recrear mi propia juventud y adolescencia y conectar con las vivencias más personales y profundas de los jóvenes. Independientemente de modas, argots o músicas. Las emociones humanas son la clave de mi literatura.
—¿Cómo se mantiene el interés de un público exigente como es el joven?
—Le debo mucho al guión. El guión me ha ayudado a pensar en estructuras dramáticas eficaces ,para narrar historias, y a construir buenos personajes. Si afianzo mis novelas en esos dos ejes, planteo un conflicto interesante que deseo indagar, y la doto de emociones humanas que comparto. Así, con esos anclajes, resulta más sencillo mantener el interés de los lectores jóvenes.
—En 2011 recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Palabras envenenadas, y este año ha sido galardonada con el Cervantes Chico. ¿Qué se siente cuando le otorgan varios de los premios más importantes de narrativa juvenil y como reconocimiento a toda una carrera?
—Me siento reconocida y aceptada en la totalidad de mi obra, independientemente de aciertos o fracasos. Creo que si tenía alguna duda respecto a la consideración pública de mi obra se ha evaporado. Estos premios han sido un buen espaldarazo a mi carrera y, como no podía ser de otra manera, me han hecho inmensamente feliz.
—En Palabras envenenadas se trata un tema delicado: el maltrato y los abusos. ¿Cómo sirve la literatura para derribar tabúes o, por lo menos, que se hablen y traten temas complicados?
—Oculto en una novela de suspense he podido introducir en los centros escolares y en las familias el debate sobre el sexo, el maltrato psicológico y las relaciones sentimentales. La novela, amparada por los premios recibidos, ha sido en ese caso un magnífico caballo de Troya. Un arma muy valiosa.
—¿Puede la literatura actuar como canal para que los chavales conozcan asuntos delicados, terribles, que pasan a su alrededor? Si esto es así, el escritor de novela para jóvenes posee una gran responsabilidad, ¿verdad?
—Sí, los autores tenemos una gran responsabilidad para acercar los problemas del mundo real a los jóvenes y hacerles reflexionar sobre sus implicaciones. Pero los autores – esa es mi opinión- no somos propagandistas políticos, represores ni mensajeros religiosos. No podemos confundir literatura con panfleto y a mi entender los libros cuando más alejados del didactismo moralizante mejor.
—¿Cuál es la clave para narrar asuntos de maltrato, de abusos… que luego leerán chicos y chicas de 14, 16 y 18 años?
—Hacerlos partícipes del dolor y del miedo. Conseguir que “sufran” junto a la protagonista sin echar mano de la escatología ni el sensacionalismo. Mantener el interés por “saber” sin enjuiciar moralmente, dar lecciones ni regalar moralejas. Tratarlos como a lectores y lectoras inteligentes y con criterio. Eso es lo que intenté con mi libro.
—También ha escrito novela para adultos. ¿Qué línea distingue la novela juvenil de la de adulto? ¿Es diferente la forma de escribir y los temas que se abordan?
—Mi última novela, El fruto del baobab, trata sobre la mutilación genital femenina. El tema no está vedado a los jóvenes ni mucho menos, sin embargo el enfoque del conflicto se centra en el universo de las mujeres adultas en torno a dos ejes: la maternidad y la pareja. Si un libro responde a los intereses de lectores adultos mis interlocutores deben ser adultos. Los chicos ya se incorporarán a su lectura si están maduros y les interesa ese tema. Esa es la frontera a mi entender.
—¿Qué próxima historia tiene en mente?
—Una historia de amor no sexista. Abomino del amor romántico que engaña a las jóvenes y les hace creer en los príncipes azules. Esos príncipes que ellas han imaginado acabarán por matarlas. –real o metafóricamente - Un drama de nuestro tiempo.