Entrevistes
–En sus clases hemos leído y estudiado a poetas como John Donne y Andrew Marvell que, por una parte, muestran un nivel extraordinario de observación y de precisión lingüística y, por otra, hacen gala de una lógica de pensamiento abstracto a menudo difícil. ¿Diría usted que se trata de un rasgo característico de la poesía inglesa, distinta de otras tradiciones europeas?
–Esta combinación de precisión verbal y de lógica abstracta se da sobre todo en los poetas metafísicos del siglo XVII. Se ha dicho de Donne que si no se sigue su argumento, no se puede entender el poema. En cuanto a Herbert y Marvell, sabemos que escribieron poemas en latín, lengua en la que la precisión verbal es de suma importancia, y eso debió servirles esencialmente como una preparación para sus poemas en inglés. En cuanto a si esta combinación es una característica general de la poesía inglesa, hay que procurar no generalizar demasiado. Cierto que, como dijo Eliot, algo se pierde en la poesía inglesa después de los poetas metafísicos, aunque es difícil definir qué es exactamente eso que se pierde. Y, con los románticos, intervendrán nuevos factores: el sentido de la naturaleza como algo creado en parte por el observador (Wordsworth y Coleridge), y una actitud ambigua hacia el propio yo (Keats). Todo esto supone un gran incremento de la observación directa; al mismo tiempo, cuando un poema expone un argumento, éste tiende a desarrollarse, no en la superficie como en los metafísicos, sino más bien en el interior, y a veces elípticamente. Por eso Keats, en el poema "Al otoño", reconoce que las verdades pueden ser expresadas, no en forma de declaraciones, sino a través de las imágenes mismas, gracias a conexiones que el propio lector ha de intuir. Una gran parte de la poesía inglesa del siglo XIX responde a este modelo, aunque al final el resultado sea una poesía que apela más a los sentidos que al intelecto. Es la clase de poesía contra la que Eliot reacciona a principios del siglo XX y por ello vuelve a los metafísicos y al último Shakespeare, aunque ahora des de la perspectiva del simbolismo francés. La consecuencia es que la tensión argumentativa vuelve a aparecer en la poesía inglesa, pero de una manera diferente, como puede observarse en poetas tan distintos como Empson, Auden y el mismo Eliot. De todos modos, no veo que la poesía inglesa sea necesariamente diferente de las otras tradiciones europeas, y se podría argüir que Dante –poeta que ejerció una profunda influencia en Eliot– es uno de los maestros de la precisión verbal y el pensamiento lógico.
–De todas maneras, ¿cómo explica este grado de sofisticación y de intensidad que exige unos lectores increíblemente atentos? ¿Ve en ello alguna relación con el desarrollo social y cultural de Inglaterra a partir –digamos– de finales del siglo XVI?
–Sí, creo que hay una conexión crucial entre la poesía inglesa del siglo XVII y la atmósfera social y cultural de la época. Para empezar, el estudio de la retórica y de la lógica era una parte normal de la educación de la mayoría, de manera que esa precisión en la argumentación era como una segunda naturaleza. Y también, y aún más importante, era lo que un crítico ha llamado "el momento shakespeariano", un tiempo en el que los dramas de Shakespeare habían mostrado la posibilidad de combinar el lenguaje coloquial con el sofisticado, con el fin de obtener efectos dramáticos. Eso, ciertamente, ayuda a entender por qué tantos poemas metafísicos se presentan bajo la forma de pequeños dramas en los cuales el protagonista ha de pasar a través de una serie de acciones de finalmente se resuelven, a pesar de sus contradicciones.
–Cada uno de los poetas que hemos leído parece ofrecer un camino diferente, como si fuesen exploradores de nuevas posibilidades mentales y expresivas. ¿Diría que hay también algunos rasgos que les son comunes y que les caracterizan como miembros de una tradición única? ¿Cuáles serían, según usted, estos rasgos? ¿O bien cree que lo único que los une es la lengua que usan?
–No creo que se pueda hablar de una tradición única en la poesía inglesa. Es más correcto decir que existen muchas tradiciones, pero que una de ellas –o, en algunos casos, dos– tiende a dominar en un determinado momento. Por ejemplo, aunque la influencia de Eliot ha sido enorme, llegando hasta la poesía de Geoffrey Hill, se ha desarrollado paralelamente una tradición claramente "inglesa" que comprende a Hardy, Edward Thomas, Robert Graves, Ted Hughes y Philip Larkin. Así pues, puesto que no hay una sola tradición, todo se resume en la lengua: todos estos poetas, a pesar de sus distintas lealtades, están interesados en edificar sobre el virtuosismo de la lengua inglesa, conscientes tanto de sus raíces en el pasado como de su poder de decir cosas nuevas.
–Maragall, a quien usted ha estudiado tan bien, no había oído hablar de Wordsworth. ¿Qué cree que los poetas catalanes actuales podrían aprender del estudio de la rica tradición poética inglesa?
–Es cierto, Maragall no conocía a Wordsworth, aunque los dos de hecho coinciden mucho en su actitud hacia la naturaleza y en su sentido de la responsabilidad del artista ante la sociedad. También es cierto que muchos de los mejores poetas catalanes contemporáneos –Gabriel Ferrater, Pere Gimferrer, Narcís Comadira y Francesc Parcerisas, entre otros– son lectores muy sensibles de la poesía inglesa. Ferrater, por ejemplo, esperaba hacerse un lugar entre los poetas de la tradición "inglesa" a la que me he referido. Este hecho pocas veces aparece directamente en sus textos, y creo que es mejor así. Aunque a nivel temático hay tantas similitudes como diferencias, al final lo que de verdad importa es el uso de la lengua, les anima a extraer las máximas posibilidades de la suya propia, que es como debe ser.
–Nos hemos ocupado de dos poetas contemporáneos, Philip Larkin y Seamos Heaney, ambos amigos suyos. Su obra es escasamente conocida por los lectores catalanes. Las obras de Larkin están agotadas desde 1987; de Heaney, sólo hay un libro traducido. ¿No le parece que nos estamos perdiendo unas experiencias demasiado importantes y que, por este camino, reducimos nuestras posibilidades y nos automarginamos?
–Sí, estoy de acuerdo en que hay todavía demasiadas pocas traducciones de poesía contemporáneas al catalán. La situación es un poco mejor en castellano, donde han aparecido recientemente selecciones de Charles Tomlinson y Geoffrey Hill. Traductores como Francesc Parcerisas y usted mismo han hecho lo que han podido para remediar esta situación, como lo hizo Marià Manent en la generación anterior. No obstante, aún queda mucho por hacer; la poesía inglesa (y la irlandesa) pasan en este momento, en mi opinión, por una fase muy interesante, y sería una lástima que los lectores catalanes se lo perdiesen.
(Josep M. Jaumà: "Última conversación con Arthur Terry", Quimera, Revista de Literatura (Barcelona), núm. 241, març 2004, p. 48-51)