Entrevistes a Levante
Carles Decors, el autor economista que nos sorprendió a todos con su Fragmentació modulada, Premio Documenta del año 83, ha vuelto este año a dejar sus experiencias rítmicas y sonoras en una nueva publicación, pero esta vez utilizando la poesía en su Cicle d'acumulació, una nueva forma de poética que se apoya en los elementos cotidianos y postindustriales.
—¿Este nuevo libro ha significado una ruptura con la narrativa?
—No, es una continuación, porque es un libro de poesía escrito en el intermedio de la novela y acabado más tarde, y allí se ve que lo que más me interesa reflejar es la preocupación por el ritmo y el movimiento. Hacer un libro de poemas significó prescindir del encadenamiento sintáctico para concentrarme en las palabras que transmiten una escritura sincopada y aforística. Me he apoyado en las palabras como elemento esencial para darle una fuerza y un ritmo musical.
—¿Estás más satisfecho de tu poesía que de tu narrativa?
—Mi novela F. M. fue un período caótico de aprendizaje, aquí hay más ficción, transmito sensaciones y sentimientos a fuerza de ritmo y estoy satisfecho de haber conseguido un ciclo.
—¿En este Cicle d'acumulació hay nuevas formas?
—Yo creo que sí, he introducido una serie de elementos de la decadencia del sistema industrial que hasta ahora nadie se había planteado como elemento de poética.
—Carles, la última fase del libro es de desolación, ¿por qué?
—Sí, hay una decadencia de fondo para la que he utilizado claves de música, y en esta desolación última me planteo que todavía es posible hacer poesía, que haya movimiento dentro de esa decadencia, porque no es una visión ni catastrófica ni nuclear, sólo es el planteamiento de que el movimiento también es posible en un marco agresivo y hostil, donde la energía se transforme en energía.
(P. del Burgo: "Carles Decors utiliza nuevas claves poéticas", Levante, 29 de maig de 1985)
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—Carles, ¿por qué repites tantas veces esa palabra "fragmentación"?
—Era una especie de estado anímico que me obsesionaba. [...] El trabajo burocrático en la oficina durante el día, esa obligada alienación, me aguijoneaban, me empujaban finalmente a fragmentarme en mil pedazos durante la noche, a recuperar el inútil placer de copular con las sombras.
—Tu novela me ha parecido un doloroso esfuerzo por combinar el barroquismo de los sueños y las fantasías con los rasgos más modernos y funcionales de la realidad[...] ¿Estoy en lo cierto?
—Mi escritura quería señalar las frases y los elementos que integran ese proceso de exaltación y de abatimiento que entonces yo protagonizaba en aquel escenario del Cafè Meliès, del barrio del Carmen, de la Tropicana. Y la melodía del jazzista Monk me acompaña en los escasos instantes de relajación y cordura.
—Sí, Valencia la excelsa, marco de fragmentación, elipsis de la sintonía que emite en frecuencia modulada (como tú escribes), se parece, cada día más, a una mujer lobo que se sirve de la noche para devorar a los ingenuos existencialistas de hoy, ¿no te parece?
—En el fondo, la novela fue una escapatoria de esas frases depresivas a donde te conducen los deseos más ignominiosos e informales. Traté así, mediante la escritura, de racionalizar los impulsos irracionales que me embargaban entonces. Y no escribí un diario. esto quiere decir que en la novela hay mucha ficción, que no hay más realidad que la soñada, que todo aparece trascendido, deformado por la propia sintaxis utilizada en los diversos capítulos.
(Vicente Sanchis: "El delirio y las sombras en Fragmentació Modulada", Levante, 8 de juny de 1984)