Lletra petita
Toni Cabré (Mataró, 1957) ha ganado el último Premi Ciutat de Manacor de Teatre Jaume Vidal i Alcover con Silencis y ha estrenado este año La peixera, una revisión de su texto L'efecte 2000, con el que se alzó con el Ciutat d’Alcoi. Su primera obra publicada, Els camaleons també paguen, premio Salvador Reynaldos 1984, data de 1985 y hoy en día ya ha superado la veintena de libros, como Viatge a Califòrnia, Històries d’amor, Estrips, Navegants y Demà coneixeras en Klein. A ese primer premio teatral le siguieron el Ciutat d’Alcoi 1985 y el Joan Santamaria 1986 y 1988, por lo que Cabré iniciaba su trayectoria con un significativo impulso en forma de galardón. Ingeniero de formación, pero dramaturgo y profesor de profesión, además de guionista, Cabré muestra la realidad de manera que el lector se inquiete en su butaca. Para él escribir teatro es una manera de entender el mundo y su escritura se divide en dos vertientes: el realismo como punto de partida, que versa sobre temas como el poder o la duda, y la paradoja como recurso teatral empleando el metateatro o la confusión entre verdad y mentira. La temática de sus obras suele estar ligada a la actualidad, a la realidad social, como la violencia de género, la corrupción, las maquinaciones del mundo empresarial, las prejubilaciones forzosas, el mobbing, la jungla laboral o el integrismo, entre otros asuntos.
Aunque Cabré no escribe pensando en actores concretos (él empezó en el teatro como actor aficionado), en esta ocasión Lletra petita ha estado retocada en función de sus intérpretes: Mercè Managuerra, Carme Callol, Mar Ulldemolins y Paula Blanco. Para Antoni Serra, Lletra petita es como “vivir el imposible y transformarlo, imaginativamente, en la realidad de todos los días”.
Un anuncio en un periódico. Una mujer que quiere comprar y otra que quiere vender. Una cita para la transacción. Pronto sabemos que se refiere a la compra de una identidad, en suplantar a una persona pero perdiendo la propia identidad. Poco a poco, la conversación progresa y a cuentagotas vamos sabiendo más, al mismo tiempo que los propios personajes. El aburrimiento fue la motivación para la venta, aunque podría ser solo una apariencia. Las dos mujeres sueltan las amarras que les unían a su pasado, un pasado que ha regresado como un fantasma que quiere saber. Ese pasado tiene cuerpo de chica joven con demasiadas preguntas, con una voluntad de saber, con un deseo de saldar cuentas con un ayer que no le permite estar a gusto consigo misma. Sin embargo, los personajes se ocultan lo que pasó, ocultan la verdad y, sobre todo, ocultan el por qué.
El encuentro entre Dona Rossa y Noia Rossa revuelve aquello que debía estar enterrado en el fondo de la memoria y lo que emerge no es del agrado de ninguna de las dos, de ahí al reproche hay un paso corto, muy corto. El desasosiego de los protagonistas, con sus momentos contradictorios, sus dudas y ambigüedades reina entre unos diálogos, dotados de una cierta comicidad que deriva en cinismo. Unos diálogos que exigen una actitud activa por parte del lector, el cual debe intuir la información escamoteada para realizar su propia composición de lugar. El clímax resultante del encabalgamiento de escenas y del manejo de la intensidad dramática da cuenta de la capacidad de Cabré para construir textos y de su manejo de la carpintería teatral.
En la obra, vemos una constante huida hacia delante en busca de una escurridiza felicidad, de la satisfacción vital que nos espera en algún sitio por descubrir. Y si para eso hay que probar las vidas de los otros, adelante, sea cual sea la letra pequeña. Sin embargo, la letra pequeña nunca es tan sencilla como imaginan las protagonistas. Y nosotros.
(Carlos Ferrer. "Cambio de identidad", Leer Teatro, núm. 8, novembre de 2016)