5. Gener del 2008, diari El País.
–¿Cuáles son esos trucos para que los niños y jóvenes lean?
–El problema en realidad son los adolescentes. Es en esa época cuando se empieza a dejar de leer, como se deja de hacer muchas otras cosas. Lo que habría que hacer es acostumbrar a los niños desde pequeños al hábito y al esfuerzo de la lectura. Antes, en las escuelas se leía una hora diaria, desde los siete a los doce años, eso son muchas horas de lectura. Ésta es una buena idea que logra crear el hábito lector. Contagiar el deseo de leer sólo se puede lograr por contacto, imitación o seducción. Se trata de buscar una manera de interesar al lector. No se puede hacer leer a un niño con sermones. Lo mejor es un método indirecto, despertar aunque sea con trucos la curiosidad de las personas.
–¿Cómo se consigue eso?
–Se pueden hacer muchas cosas. Una muy bonita es utilizar, por ejemplo, el teatro. Es otra forma de acostumbrarse a la mecánica de la lectura. Además, a los adolescentes les encanta porque se encuentran a sí mismos por ese punto de vanidad que tienen. Las obras, aparte de leerlas, se pueden representar y ésa es una manera de que participen y también de que fomenten la memoria. Se pueden hacer muchas cosas. Yo propongo a los profesores que en vez de poner cada día la fecha en la pizarra escriban un poema o un fragmento de una poesía. No obligas a que los alumnos lo lean pero lo leerán y les irá llegando. Es una manera de que aprendan palabras nuevas.
–Un problema de los chavales es la falta de comprensión lectora.
–Sí, muchos profesores no hacen estas actividades porque piensan que sus alumnos no entenderán lo que leen. Pero tienen que ir descubriendo palabras nuevas. No todo se entiende desde el principio. Otro truco que puede ayudar mucho en eso es que el chaval tenga su propio diccionario de palabras raras. Así se consigue que el niño tome interés por las palabras y se acostumbre a leer de otro modo. Eso les posibilitará después una lectura más descansada.
–¿Qué les interesa a los jóvenes?
–Los grandes temas de siempre. El amor, la lucha, la pasión, los héroes y los villanos... Lo importante es la forma en que esas historias están contadas. Y no hay que olvidar que muchas veces sólo la curiosidad, aquello que se presenta difícil, complicado o incluso prohibido puede despertarla. Sólo lo difícil es estimulante. De todas formas, muchas veces queremos dar a la lectura una función y olvidamos que la tiene por sí misma.
–¿Leer por el mero hecho de leer?
–Sí, leer por leer es fantástico. No hay que olvidar que la literatura debe tener un punto de inutilidad, como todas las cosas bellas. No siempre hay que buscarle una función a las cosas y la lectura es una de ellas. Y eso los niños o los jóvenes aún no lo perciben, pero lo harán. Hay que inculcarles primero el hábito, la costumbre y luego el placer de disfrutar de la lectura.
(M. R. S. "No se puede animar a leer con sermones", El País (Madrid), 14 de gener del 2008)