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Mercè Rodoreda
1908-1983

Coberta del llibre La mort i la primavera.
Coberta del llibre La mort i la primavera.

Comentaris sobre l'obra La mort i la primavera

Mercè Rodoreda murió en primavera, justo cuando estallaban los brotes en los jardines casi omnipresentes en las páginas de sus libros. Y al morir dejó tras de sí una obra inacabada cuyo titulo, inquietantemente premonitorio, es La mort i la primavera. La historia de este texto es significativa. A finales de 1961, es decir, antes de que apareciera La plaça del Diamant, Rodoreda presentó el original al premio Sant Jordi. Naturalmente, no lo obtuvo. Sin embargo, ella estaba convencida de que se trataba de una obra maestra y así lo confiaba a Joan Sales, su editor. Desde entonces siguió trabajando obstinadamente en ello con la exigencia y la minuciosidad que la caracterizaban. Escribió otras obras, alcanzó tras ellas el éxito incluso popular, pero en los últimos tiempos se dedicó de nuevo con ahínco a modelar La mort i la primavera. Desapareció en pleno esplendor primaveral, sin haber conseguido coronar su propósito [...]. Aquí podría plantearse, en tanto que dilema de fondo, si es lícito o no sacar a la luz una obra todavía inmersa en proceso de creación que el autor, en vida, no había dado por válida [...]. Sea como sea, a la vista de la calidad del material que la obra ofrece, como lector considero un acierto la edición de La mort i la primavera. Desde mi punto de vista la razón es sencilla: en esta novela el talento creador de Mercè Rodoreda alcanza su punto culminante [...]. ¿Cómo abordar la naturaleza de La mort i la primavera? Una obra que como ninguna otra de la autora reclama imperativamente no una sino varias lecturas atentas y lápiz en mano [...]. En La mort i la primavera, Rodoreda entronca más directamente con la autora de los cuentos, para mí lo mejor de su obra, por cuanto siempre he creído —en alguna ocasión ella se había mostrado de acuerdo con mis preferencias—, que ellos reflejan con más estricta fidelidad el auténtico y complejo mundo personal de Rodoreda [...]. Rodoreda amaba los símbolos de la realidad mucho más que la realidad misma en su bastarda desnudez [...]. La primavera es desposeída aquí de su engañoso cromatismo, engullida por las tinieblas del fin. El negro es la densidad que exulta el atroz pesimismo metafísico, la desesperanza instalada en las vísceras de las criaturas vivas bajo la permanente amenaza del sufrimiento y la muerte. El negro absorbe, resume, ejemplifica el universo inconsciente de Mercè Rodoreda y se revela como una superficie sólida, compacta, sin resquicios para la intrusión de la luz natural [...]. Todo, incluida la naturaleza, es símbolo de malformación, de dolor, violencia, soledad y muerte. [...] Mi impresión personal es que en La mort i la primavera Rodoreda se comprometió consigo misma a llevar a cabo una de los más denodados esfuerzos de introspección personal que conozco. Algo comparable a lo que hizo Céline con Voyage au bout de la nuit, por poner un ejemplo cercano en el tiempo e incluso en los resultados. Eso explica que Rodoreda luchara con ella "com si m'hi anés la vida" y no vacilara en presentarla como una obra maestra: su obra maestra. ¿Lo es desde el punto de vista del lector? Sinceramente, no lo sé [...]. Pero el desafío es demasiado poderoso para renunciar a él. Se trata de una novela insólita, escalofriante, bellísima, probablemente irrepetible en nuestro espacio literario [...]. Me impresiona pensar en el caudal de sufrimiento que acumuló Mercè Rodoreda a lo largo de su aventura existencial, para al cabo legar esa oscura poética del dolor. El efecto que me ha producido es sencillamente inenarrable.

(Robert Saladrigas. "La última primavera en negro de Mercè Rodoreda", La Vanguardia, 29 de maig del 1986)