Entrevistes
¿Mi autorretrato?
Gracias CLIJ porque acabas de darme la idea. ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Inventaré la cámara autorretrática. Un chisme automático del mismo tipo que la cámara futurgráfica que tengo patentada y en funcionamiento en mi libro número veinticinco y que, como su nombre indica, únicamente saca fotos del futuro... Tomo nota.
Mientras, allá voy. Me hago el autorretrato sin ayudas técnicas, a palo seco.
Llegué muy joven a este mundo viejo.
Aterrizé junto a un río y un duende que lo cruzaba me susurró al oído: «Estás en la Tierra y la Tierra es una pelota azul del sistema solar. Con agua superabundante, muchos animalejos y mercancías varias». (¡Gracias guapo!)
Duendes, brujos, vendedores de coca-cola, políticos, cerdos con pecas... Tuve una infancia poblada de personajes, pero sobre todo mi señor padre no paraba de hablar bien de los autores. ¿Autores? Cuando sea mayor seré autora para darle satisfacción, decidí en secreto.
Mis profesores me consideraron una alumna muy distraída y un tanto subversiva (¡Cómo no, si me recorrí todas las galaxias en hora de clase!), pero como me sabía de memoria la lista de los reyes godos, me lo perdonaron.
Viví mil aventuras y la verdad es que crecí soñando mucho porque es económico y portátil, y sucedió que la niña que fui se me quedó encerrada dentro, y hoy tengo todas las edades y luzco las que me conviene. Pese a que parezco una señora normal de carne, hueso y arrugas, estoy hecha una muñeca rusa de estas que son un poco abultadas y se desenroscan por la cintura y así esconden una y otra muñeca, hasta seis o siete, cada vez más chicas, claro. (Precisamente por este motivo pienso dejar mi cuerpo a la ciencia-ficción). Pero a lo que iba, cuando quiero escribir un relato me desenrosco hasta la edad adecuada, y así he llegado a engatusar a diecisiete editores que suponen que escribo para niños, cuando en realidad yo sólo pretendo reconducir mis lectores a su niñez.
Pasó el tiempo y del río fui a parar a la mar, y ahora mismo vivo junto al Mediterráneo y delante de un semáforo, y algunas tardes, me siento como una extraterrestre, porque nadie más extraterrestre que un escritor de cuentos. Solitario, ignorado, sin anuncios en las nalgas... no despertamos envidias, y en el caso poco probable que alguien se fije en nosotros, nos toma por un espejismo.
De todas maneras me siento feliz, aunque no me gusta nada que estemos ahí sentados mientras media docena de locos gobiernan a su antojo la pelota azul. Me duelen los niños.
Y ya está. Nada más.
Me temo que me ha salido desenfocado.
Petons i bona nit i bona hora! (¡Besos, y buenas noches y buena hora!)
ALIBÉS, M. DOLORS: «Maria Dolors Alibés», CLIJ : Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil, núm. 37 (març de 1992), p. 37.