Comentari sobre l'obra de l'editorial Moll, Baltasar Porcel.
En Palma y Barcelona se conmemora el 75.º aniversario de la editorial mallorquina Moll. Fue otra obra del filólogo Francesc de B. Moll, y sin ella toda una Mallorca cultural no hubiera existido.
Por un lado, publicó el Diccionari Català-Valencià-Balear, heredado del alocado canónigo Alcover, monumental en su volumen físico y registro de vocablos, aportados por corresponsales isleños, catalanes, valencianos y la tradición literaria.
Durante siglos el idioma fue esa “casa del alma”, que decía Heidegger, e incluso “casa del pueblo”, única referencia objetiva y común. Así, el DCVB agavilla la riqueza de la dispersión lingüística, su fabulosa carga genética con expresividad a flor de piel. Moll publicó también la preciosa coleccioncita literaria Les Illes d'Or, que reunió el acervo creador balear. Y en el momento clave y dramático de la posguerra, le asistió para reanudar las ediciones en catalán otro filólogo, el valenciano Sanchis Guarner, desterrado en Palma por republicano. El que tuvo una idea genial: publicar libros de franquistas y falangistas locales, y empezaron reeditando a mosén Llorenç Riber – sobre el que Damià Pons prepara el que será un revelador estudio– y después obtuvieron originales de Llorenç Villalonga, Joan Bonet, Gabriel Fuster Mayans... Se trataba de personas que hasta trabajaban en el diario del Movimiento Baleares, pero de laxa convicción política, muy a la mallorquina, y que con tal de editar...
Pero así más adelante a la censura le fue difícil cerrar el grifo. Pero como la colección sólo circulaba por las islas, y además era conservadora y clericaloide, Moll creó otra, Raixa, dirigida al entero territorio catalán.
Ahí me publicó mi primer libro, Els condemnats, pieza teatral, diciéndome afligido: “Para Les Illes d'Or es demasiado fuerte, mucho suscriptor se daría de baja, tendrá que ir a Raixa”. Siempre se lo agradecí, pues fui leído de inmediato por Joan Triadú, Carles Riba, Jordi Pujol, Joan Fuster, F.Soldevila, Espriu, F.Roda. Digamos que la circunstancia encarriló mi vida.
Moll, nacido en Menorca, fue seminarista, tuvo luego muchos hijos, le fue necesario conllevar la situación establecida, lo que hizo sin abdicar de ninguna idea motriz, liberal y catalanista. Era de carácter firme y divertido, y abrió una librería en la que me refugié a menudo. Organizaba cada año un acto cultural autóctono, si se quiere resistente, en Formentor, al amparo del recuerdo de Costa
i Llobera y su épico poema Mon cor estima un arbre. Pero se tenía que invitar al delegado de la censura, el siniestro mutilado bélico Soriano Frade.
Quien un año vino muy contento y acabó estupefacto, pues participaba también el general mussoliniano Rafael Catardi..., pero que era de l'Alguer y poeta en catalán, y acabó llorando y vitoreando la inesperada lengua patria.
(Baltasar Porcel. "La casa del alma y un general", La Vanguardia, 17 de març de 2009)