Llibreta de vacances.
El talento ventrílocuo no se agota en parodias ni en malabarismos de estilo. Solsona también es capaz de preproducir sin burla la voz de un personaje cualquiera: eso que llaman meterse en la piel del protagonista y que más bien sería algo así como tirarle de la lengua, ya sea el tarado medio charnego de Figures de calidoscopi, por citar sólo uno, ya sea ahora el poetilla a punto de perder la inocencia o la púber superatabalada que dialoga atropelladamente con su diario. Voces como ésas, tan certeramente captadas —tan diestramente creadas, pues aquí no hay transcripción, aunque lo parezca—, dan ya por entero al personaje en su ambiente y en su historia presente y pasada. De ahí que los mejores relatos de Ramon Solsona alcancen en muy poco espacio tal densidad, y de ahí también, que desde las primera líneas resulten verídicos.
Lo son, asombrosamente, las secretas ilusiones de la púber modernilla (Per Sant Jordi, una rosa), la hilarante aventura erótica del poeta en ciernes (Joc de peus) y los resignados itinerarios del médico en paro metido a mensajero (Pastís d'aniversari). También, en otro registro, en la vena más apesadumbrada e intensa de Solsona, las tristes truculencias de L'única cosa certa. En conjunto, con mayores libertades, con más desenfado, Llibreta de vacances confirma lo que ya sabíamos por Figures de calidoscopi: que Ramon Solsona es un escritor extraordinariamente dotado y que la literatura ventrílocua, lejos de ser una extravagancia circense, es pura literatura.
(Santiago del Rey. El Observador, 12 d'octubre de 1991)