Autors i Autores

Joaquim Amat-Piniella
1913-1974

Fotografia inclosa a Els catalans als camps nazis de Montserrat Roig

Entrevistes

A mi allí a dins em mantenia la idea de sortir amb vida. I de poder-ho explicar. Feia molt de temps que portava al cap la idea de K. L. Reich; pensava que tot allò s'havia de saber, que hi havia d'haver algú que en fes de notari, que en donés fe.

(ROIG, Montserrat: "Paraules de Joaquim Amat-Piniella", Serra d'Or, novembre de 1974, p. 49-51)
 

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Fue durante esta etapa de imprescriptible convalecencia, tan precisa en lo moral como en lo físico, que me dediqué a escribir K. L. Reich. El libro no vería la luz sino diecisiete años más tarde y, primeramente, en versión castellana que cuidó Baltasar Porcel, y editó Seix Barral.

–K.L. Reich tiene forma novelada.
–Por una cuestión de fidelidad a la verdad íntima de los que vivimos aquella aventura, pero se trata, claro está, de una novela-testimonio. Una experiencia larguísima y muy amarga, intentando explicar, testimoniar lo que fue la vida y la muerte de los millares de españoles que pasaron por los campos de concentración de la Alemania nazi.

De literatura sobre los campos de concentración –prosigue– se ha escrito mucha y a menudo excelente, pero aquí se ha publicado tan sólo una mínima parte. Es innegable que un campo de concentración, con su mezcla de gentes, de todas las razas, colores políticos y credos religiosos, con las situaciones límite a las que daba lugar el salvajismo de los guardianes, siempre dramáticas, trágicas muchas veces, brindaba material abundante para un escritor. No se vea en ello una falta de sensibilidad ni de respeto, pero no puede negarse que el dolor humano ha sido desde siempre una gran cantera para el escritor que, perpetuándolo en el recuerdo de la gente hace ya, creo, una tarea estimable.

Aquellos años de cautiverio, han sido seguramente los más decisivos en tu vida.
–…Sin duda. Se trata de una experiencia que no está al alcance de todo el mundo. ¿Que mi organismo hubiese preferido seguramente no tener que soportarla? De acuerdo, pero tampoco puedo quejarme. Han pasado veinte años de aquella pesadilla y bien que mal, vamos tirando. Por otra parte, para un hombre que pretenda escribir, una experiencia como aquella tiene gran valor. Es posible, esa es otra historia, que yo no supiese aprovecharla, pero hice lo que buenamente pude. Si en algún sentido, la prueba ha resultado negativa, será tan sólo en razón de su magnitud, de su brutalidad excesiva, suficiente para llenar toda una vida, lo cual resulta peligroso cuando es preciso enfrentarse a temáticas diversas.

El autor obseso, sobre todo en esas zonas de la literatura documental más o menos para-política, es frecuente.
–Sí, hay el peligro de hacer lo que nuestros abuelos que estuvieron en la guerra de Cuba y no sabían hablar de otra cosa. Salvando las distancias este puede ser también el caso de una Anne Langfuss. Al lado de ese tema central, absorbente, obsesivo, todo lo restante nos parece perder vigor o trascendencia. Hay demasiados muertos en nuestro recuerdo, demasiada sangre, demasiado dolor… Me he enfrentado a otros temas, pero no creo que ninguna de mis novelas alcance la fuerza humana ni la autenticidad de K. L. Reich, lo que se debe a las cosas que he podido ver y saber explicar, no a mi habilidad en saber explicarlas… […]

El autor de La ribera deserta comparte la satisfacción general, por la actualidad editorial de nuestras letras.
–Es evidente que estamos atravesando unos momentos de euforia, que sería de desear se prolongasen, pues es innegable que de esa gran intensidad editorial pueden recogerse unos frutos importantes.

¿Algún aspecto especialmente destacable?
–Hay un grupo de autores jóvenes que trabajan muy de verdad y también me parece merecedor de destacarse la gran calidad del mayor número de traducciones que se nos ofrecen. En la historia de la traducción en catalán hay casos de una calidad insuperable; pero un fenómeno como el de ahora, de labor en equipo, de un núcleo de traductores de tanta exigencia, preparación y responsabilidad, no creo que tenga precedentes.

Al parecer, los libros se venden bien.
–A pesar de lo cual no creo que debamos exagerar en nuestro optimismo. Hemos de aspirar a que cada día se vendan más y más libros, pero sobre todo a que se lea más. El lector corriente, no dispone de mucho tiempo para dedicarlo a la lectura, desengañémonos. Siempre, al hablar de libros tendemos a las generalizaciones idealistas y trascendentales, pero me parecería sensato que no perdiéramos de vista las cuestiones mínimas y materiales que tienen su importancia. La gente ha de leer, pero ha de tener tiempo para ello, el tiempo es algo, ¡ay! que uno no puede inventarse.

Sin embargo, los libros se venden.
–Lo aseguran y hemos de creerlo. Se me ocurre ahora, otra cosa, que considero importante dentro del tema: la necesidad, la precisión de una crítica seria, responsable y sobretodo, severa. La calidad de lo que se publica, si queremos que el lector no se fatigue ha de seguir una línea ascendente y no me parece que ello se registre. Junto a cosas muy estimables, se publican otras que no valen nada.

Pero hace un momento hablando de las traducciones, decíamos…
–Las traducciones son caso aparte, hablo de obras originales. Es indispensable que se oriente al lector y se le diga lo que en verdad vale la pena y lo que debe ser admitido con no pocas reservas. Esa convicción difusa, de no pocas personas, de que comprando libros catalanes ya están al cabo de la calle, resulta bastante grotesca.

La alusión a la falta de tiempo para poder leer –tan exacta– ha malhumorado a Amat-Piniella. Le pregunto si está ya preparando algún nuevo libro y me contesta:
–¿Cuándo quieres que escriba? No preparo nada, rigurosamente nada. En parte, porque me veo precisado a ganarme la vida y eso, naturalmente, y como tú sabes, no se consigue con las ocho horas de trabajo reglamentario; y por otro lado, porque siempre consideré que hay que escribir cuando se tiene algo interesante que decir y entonces, decirlo todo, sin reserva alguna. No es este mi caso, o tal vez también considere que las circunstancias ambientales no son del todo propicias para ese decirlo todo al que antes aludía. Pero insisto en el gran problema de la falta de tiempo, que es algo en verdad angustiosos y desesperante…

("J. Amat-Piniella segundo autor en La novel·la popular". Tele-Expres, 26-5-1966)
 

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¿Qué opina de la actual novela catalana?
–Creo que va universalizando su temática. Hemos abandonado el localismo. Los escritores buscan y participan de las inquietudes mundiales. Una cosa es partir de las cosas locales, de lo que uno conoce, y otra muy diferente ser localista.

¿Siempre escribe en catalán?
–Sí. En este idioma encuentro más facilidad de expresión. Creo que una forma de ser universales es llegar a hacernos entender en nuestra propia lengua.

El escritor vivió cinco años en un campo de concentración de Alemania. Desde 1940 a 1945. Entonces tenía 27 años. De aquella experiencia –dura y amarga– nació el libro recientemente galardonado: K. L. Reich.
–Es una novela testimonial en la que pretendo contar la vida y la muerte de miles de españoles que pasaron por aquel campo. No es la historia de un campo. Pretendo simbolizar todos los lugares donde se concentraba a los prisioneros. Es la experiencia de mi estancia en cinco campos.

¿Escribió algo durante su reclusión?
–Algunos poemas. Utilizaba el papel de los sacos de cemento.

¿De qué hablaba en estos versos?
–Eran poemas de denuncia. Hablaba del horror de los campos, del sacrificio de los hombres…

¿Cuál fue el gran horror padecido por usted?
–Cuando trabajé en una cantera. Cada día tenía que hacer ocho viajes transportando piedras de 30 y 40 kilos. Nuestros zapatos tenían la suela de madera. Era un constante resbalar sobre la nieve…

En sus novelas habla del objetivo de cada uno, de su angustia existencial ¿Cuál es su objetivo, señor Amat?
–Creo que la vida es como el palo de un gallinero: es corto y está repleto. Quisiera llegar al final habiendo dejado algo. Me preocuparía haber sido insolidario, de haber hecho daño a los demás…

("La novela catalana va universalizando en su temática", La Prensa, 16 de juny de 1966)
 

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Es usted pesimista
–Soy pesimista por naturaleza, pero no desesperanzado.

La guerra para usted duró nueve años. ¿Le exigió también sus ilusiones?
–Mis ilusiones no, pero la prueba aquella, el contacto con determinadas gentes, y el descubrimiento de la crueldad humana llevada a las últimas consecuencias, provoca necesariamente escepticismo hacia muchas cosas, casi todas las que provienen de los hombres.

¿Cuál es la imagen que tiene usted formada del hombre?
–Razonar su pregunta requeriría un grueso volumen, y aún me quedarían cosas por añadir. El hombre es puesto en el mundo en completa soledad. Su lucha posterior consistirá en buscar no la compañía, pero sí el perder este sentimiento de soledad que le hace sentirse malogrado. Y hay dos maneras de conseguirlo; bien encontrando compañía, la religión, vocación artística, sentido de poder, etc. o bien en un cierto escepticismo que le haga sonreír y aceptar el destino con resignación.

¿Puede creer todavía en algo?
–En una de las cosas que se puede creer, es en el futuro del propio país, sobretodo teniendo en cuenta la existencia de elementos jóvenes de positiva valía, guiados por afanes de mejorar las cosas y de hacer que el mundo sea más justo y más soportable. Es en lo único que vale la pena confiar a esta hora.

("Amat-Piniella o el escepticismo", El Correo Catalán, 29 de juny de 1966)