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Joan Pla
1942-2024

Entrevistes

Su primera novela, Mor una vida, es trenca un amor, que posteriormente ha sido uno de sus éxitos más notables, creo recordar que se publicó inicialmente en una colección de narrativa para adultos después de haber quedado finalista del Premio Jaume Roig del año 1981, patrocinado por el Ayuntamiento de Valencia. Cuando la escribió, ¿tenía la intención de que fuera una obra para jóvenes?
—No la pensé especialmente para jóvenes. El premio era de novela. Sin más. Y yo me presenté al Jaume Roig pensando que mi texto cumplía todos los requisitos que debe tener una novela para adultos. Es verdad que recreaba, en un ambiente rural, la evolución de dos jóvenes nacidos en familias de diferente clase social, su llegada a la adolescencia y el descubrimiento del amor y del sexo en medio de un ambiente no propicio, represor y autoritario como eran los años de mediados de los 60. Pero la novela fue escrita con una técnica y un vocabulario aptos para mayores.

¿Y, sin embargo, por qué cree que Mor una vida, es trenca un amor fue tan bien recibida por el público lector joven que, de hecho, se la apropió hasta convertirla en uno de los grandes best-sellers de la narrativa juvenil valenciana de las últimas dos décadas? ¿Cuáles son los ingredientes que justifican o explican su éxito?

—De hecho, es una novela que leen con sumo gusto los jóvenes por todo aquello que se describe en el libro y que ellos identifican como suyo, y los mayores, que recrean o recuerdan un mundo en que quizá vivieron o que se les escapó de las manos. Como la novela entró dentro del circuito de lecturas para el Bachillerato, los jóvenes, es verdad, no tardaron en apropiársela. Lo que me ha dado muchas satisfacciones. Respecto a los ingredientes, no sé... En la novela se empieza hablando de la infancia en un medio rural que quizá para la gente de la ciudad es el mundo idílico que hubieran deseado vivir, el mundo perdido vivido en plena naturaleza que forma parte del imaginario colectivo, mientras que los jóvenes del mundo rural se sienten identificados con las vivencias que se describen en él. A esta edad, por más que avance la tecnología y se distraigan con play-stations y otros juegos informáticos, el nacimiento del amor, el hecho de empezar a enamorarse o de estarlo, no cambia con el tiempo. Si, además, los dos protagonistas, Sergi y Maria, huyen del mundo que les atenaza y hace imposible su amor y encuentran su paraíso en unas tierras tan idílicas como eran las gallegas en aquellos tiempos donde no abundaba el turismo, y pueden vivir unos meses de plena y mutua entrega, sin cortapisas que limiten su amor, ¿quién no encuentra en ello aquel deseo profundo de convertirse en protagonista de la acción? Por otra parte, el lenguaje resulta sencillo, familiar, lleno de metáforas y poético. Un lenguaje sensible, vaya, acorde a los dos narradores adolescentes. Ya que son ellos, alternativamente, los que van contando sus vivencias.

(Josep Antoni Fluixà: "Entrevista al escritor Joan Pla, la aventura continúa...",  CLlJ, núm. 152, 2002, p. 7-18. En línia)