Con una lágrima prestada
"Unos pocos días antes de morir Gabriel Galmés, el joven escritor de Manacor (Mallorca), leí en el suplemento literario de Diario de Mallorca una crítica firmada por él y dedicada a Soldados de Salamina, el libro de Javier Cercas que hoy, según algunas listas, es la novela más vendida.
Yo no tenía ni idea de que Galmés estaba enfermo, y aún menos de que se estaba muriendo. No estábamos en contacto habitualmente. Justo hacía unos diez días le había telefoneado a su casa para ofrecerle las páginas de La Bolsa de Pipas, para que publicase alguna de sus gamberradas. Galmés, estoy seguro, habría encajado de maravilla en este espacio literario tan poco amigo de lo solemne. Llamé en dos ocasiones y nadie me cogió el teléfono. Luego me encontré de golpe la noticia de su muerte en los periódicos.
Con apenas 39 años un cáncer llevaba a un escritor que acababa de publicar su cuarta novela, Una cara manllevada (Una cara prestada), en un extraordinario momento de su carrera. Tras El rei de la casa (1988) y La vida perdurable (1992) en 1996 había publicado El rei de la selva, que fue un buen éxito y vió una traducción al castellano en Mondadori. Su primera obra publicada, diez años antes, fue el libro de relatos Parfait amour. Cuando publicó El rei de la selva le hice una entrevista por teléfono para El Mundo-El Día de Baleares. Apareció en una sección semanal titulada Artistas Para el Siglo XXI. Desgraciadamente Galmés no nos podrá seguir dando libros, ni amistad, ni artículos de opinión este siglo XXI.
Su marcha me ha hecho pensar que se ha ido porque su buen humor no hubiera sobrevivido a los malos humos con que comienza este siglo. Me ha hecho pensar que ha preferido quedarse en el siglo de Jack Lemmon y Marcello Mastroiani. En aquella entrevista que me concedió Galmés reivindicó El Quijote y su humor. No reconoció la paternidad, que tantas veces le atribuyeron, de Tom Sharpe.
En lo último que le leí, la crítica de Cercas, sacaba con una brillantez especial su proverbial aguijón para arremeter contra los forjadores de infumables mitos culturales. Me llamó la atención la belleza y la fuerza con que elogiaba el libro de Cercas, el hastío con que despreciaba a los fabricantes de cultura muerta. Galmés tenía gracia.
En sus artículos en el Diario de Mallorca evitaba parecer culto, sabía quitar hierro a la cultura de excesivos quilates. Sabía que hay mejores maneras de celebrar la cultura."
(Román Piña."Con una lágrima prestada", Literaturas.com)